En Estados Unidos, la educación bilingüe sigue suscitando encendidos debates. Parece que casi todo el mundo, desde los educadores hasta los políticos, pasando por los padres con hijos en edad escolar y los que no los tienen, tiene una opinión firme sobre si a los niños con poca fluidez en inglés se les deben enseñar contenidos académicos en su lengua materna mientras aprenden inglés como segunda lengua.
Sin embargo, muchas personas, independientemente de que apoyen o no este planteamiento, se sorprenderían al conocer el legado de nuestro país en materia de educación bilingüe.
La educación bilingüe ha formado parte del escenario educativo estadounidense desde antes de que Estados Unidos se forjase a partir de un conjunto de colonias díscolas. Según un informe, el primer caso de educación bilingüe en lo que luego sería Estados Unidos se produjo con los colonos polacos del siglo XVII, en el primer establecimiento inglés permanente de Virginia.1 En aquella época, la colonia necesitaba urgentemente los conocimientos de los polacos para la construcción naval y la fabricación de vidrio. Por ello, el gobierno colonial concedió a los polacos "los derechos de los ingleses", permitiéndoles establecer las primeras escuelas bilingües conocidas en el continente americano.
El libro “La tradición bilingüe americana”, del académico alemán Heinz Kloss, publicado por primera vez en inglés en 1977, documenta con mayor detalle la poco conocida historia de la educación bilingüe, así como algunos de los apoyos que fueron brindados a aquellos cuya primera lengua no era el inglés.2 Desde sus inicios coloniales y hasta nuestros días, la educación bilingüe en Estados Unidos ha existido de una forma u otra, con una breve interrupción durante e inmediatamente después de la Primera Guerra Mundial, a raíz del virulento sentimiento antialemán y de una oposición nativista más general al uso de lenguas distintas del inglés.
Han existido escuelas alemanas bilingües en Ohio, Oregón, Pensilvania y otros estados; escuelas bilingües para lenguas escandinavas en las Dakotas, Illinois, Minnesota y Wisconsin, entre otros estados; escuelas holandesas bilingües en Michigan; escuelas bilingües checas en Nebraska y Texas; escuelas bilingües italianas y polacas en Wisconsin; escuelas bilingües francesas en Luisiana, Ohio y en todo el noreste; y escuelas bilingües españolas en el suroeste y, más recientemente, en Florida y el noreste. En 1900, las estimaciones contemporáneas eran que más de un millón de estudiantes de primaria -más del 6% de los 16 millones de estudiantes de primaria de la época- recibían enseñanza bilingüe en inglés y en otro idioma.3 Es casi seguro que este porcentaje es mayor que el de los matriculados en programas bilingües hoy en día, que como mucho ronda el 3% de la población de primaria (desde preescolar hasta 8º curso).4 Las escuelas que educaban a este millón de estudiantes en 1900 forman parte de la tradición bilingüe estadounidense, que se ignora esencialmente en los debates contemporáneos sobre la educación bilingüe.5
El apoyo político y los desafíos a la Educación Bilingüe
La era moderna de la educación bilingüe en Estados Unidos tuvo su origen en la Revolución Cubana.6 Los cubanos que huyeron de su isla natal después de 1959 pertenecían en su inmensa mayoría a las clases profesionales y empresariales y estaban decididos a triunfar en su nuevo hogar de habla inglesa, manteniendo su lengua y su cultura. Los programas bilingües que se establecieron en Florida fueron y siguen siendo de los más exitosos del país. Estos expatriados no hicieron nada novedoso, ni mucho menos radical. Siguiendo la tradición bilingüe estadounidense, se estaban integrando a la sociedad norteamericana al mismo tiempo que mantenían sus propios conocimientos lingüísticos y culturales, tanto dentro como fuera de la escuela.
Sin embargo, el impulso más importante para la adopción generalizada de la educación bilingüe fue el movimiento por los derechos civiles en la década de 1960. En una época de luchas por la liberación nacional y de exigencias para que nuestra sociedad estuviera a la altura de los ideales de "igualdad ante la ley", los activistas, educadores y académicos latinos hicieron de la educación de los niños hispanohablantes una prioridad absoluta. Uno de sus principales objetivos, como cuestión de derechos civiles, era que la educación de los niños latinos se basara en sus culturas nativas e incluyera la enseñanza en español.
La culminación de este movimiento político en el frente educativo llegó con la aprobación y promulgación en 1968 de la Ley de Educación Bilingüe (también conocida como Título VII de la Ley de Educación Primaria y Secundaria, o ESEA, por sus siglas en inglés). Esto Kloss lo denomina como "la primera gran medida adoptada a nivel federal para promover el bilingüismo".7 Por un lado, sentó precedente. Pero, por otro lado, la ley era una extensión de un legado que se remontaba a los colonos polacos del siglo XVII en Virginia, mencionados anteriormente. Estaba "mucho más en consonancia", observa Kloss, "con tradiciones americanas muy extendidas, aunque poco conocidas, de lo que algunos de los que lucharon por su aprobación pudieran haber sido conscientes".8 Sin embargo, contrariamente a su título, la Ley de Educación Bilingüe no exigía como tal la educación bilingüe, aunque, en la práctica, todos los primeros programas que se fundaron bajo esta ley utilizaban las lenguas maternas de los estudiantes en el plan de estudios en uno u otro grado.9
Durante los 30 años siguientes, y a lo largo de las diferentes administraciones presidenciales, el estado de los enfoques bilingües para educar a los estudiantes de minorías lingüísticas subió y bajó. Aparecieron estudios, evaluaciones y revisiones de investigaciones que presentaban diferentes puntos de vista sobre los efectos de la educación bilingüe en el aprendizaje de los estudiantes. Proliferaron las polémicas. Atrapada en las guerras culturales, la educación bilingüe enfrentaba los valores y visiones "tradicionales" de una América unificada con los presuntos intentos "radicales" de promover el multiculturalismo y el pluralismo lingüístico, que se temía desembocaran en una América fracturada y balcanizada.
A veces, se favorecía la educación bilingüe o, al menos, no se preveía su eliminación. En otros momentos, más recientemente con la reautorización de la ESEA en 2001, bajo la Ley Que Ningún Niño Se Quede Atrás, la educación bilingüe se dejó muy atrás, dejando de formar parte del marco federal para la educación de los estudiantes de inglés, como había sido desde 1968. De manera reveladora, bajo la administración del presidente George W. Bush, la Oficina de Educación Bilingüe y Asuntos de Lenguas Minoritarias se convirtió en la Oficina de Adquisición del Idioma Inglés.
A lo largo de su historia, la educación bilingüe siempre ha tenido su cuota de escépticos y detractores.10 La época actual, por supuesto, no es una excepción. Además de las políticas federales que, en el mejor de los casos eran indiferentes, cuando no directamente hostiles a la educación bilingüe, a partir de 1997 los votantes de Arizona, California y Massachusetts promulgaron las políticas lingüísticas más restrictivas del país; limitando severamente el uso de la lengua materna en la educación de los estudiantes pertenecientes a las minorías lingüísticas.
Estas medidas políticas eran comprensibles, dada la frustración generalizada por el bajo rendimiento de muchos de los 11 millones de alumnos de origen no angloparlante del país. Pero, ¿Han funcionado? Los resultados sugieren que no tanto.
En un estudio de 2006 sobre los efectos de la Proposición 227, la iniciativa electoral de California "Inglés para los niños", los investigadores descubrieron que, incluso después de 10 años en las escuelas de California, un estudiante de inglés tiene menos de un 40% de posibilidades de ser considerado competente en inglés.11 Un examen similar de las escuelas públicas de Boston, realizado en 2009, mostró aumentos en las suspensiones fuera de la escuela, la repetición de curso y las tasas de abandono escolar para la mayoría de los cinco mayores grupos lingüísticos de habla no inglesa después de que Massachusetts restringiera la educación bilingüe.12 En Arizona, la brecha de rendimiento en lectura entre los estudiantes de inglés y los que no lo son ha aumentado en aproximadamente un grado y medio para los estudiantes de cuarto y octavo grado, según la Evaluación Nacional de Progreso Educativo. En California, la brecha ha aumentado casi tan drásticamente como en Arizona en octavo grado y ha aumentado ligeramente en cuarto. En Massachusetts, la diferencia de rendimiento ha aumentado ligeramente en ambos cursos. En cambio, en el país en general, donde la enseñanza bilingüe sigue siendo una opción, la brecha en el rendimiento en lectura ha disminuido en casi un grado en cuarto y ha disminuido ligeramente en octavo.13
Para ser justos, es difícil sacar conclusiones definitivas basadas en datos estatales, ya que las políticas varían de muchas maneras y otras tendencias podrían sugerir conclusiones diferentes. Por ejemplo, el porcentaje de estudiantes de inglés de Arizona que se consideran "competentes en inglés" ha aumentado desde 2005. Pero aun así, los resultados de los exámenes del 70% de los estudiantes de inglés, que no han llegado a ser competentes en la materia, han caído en picada cada año. En California, la tasa de estudiantes de inglés considerados competentes en el idioma también ha aumentado, aunque muy poco: del 7 al 12 por ciento.
Pero una cosa está clara: las políticas lingüísticas restrictivas no son una panacea. Como sugieren los datos mencionados, podrían ser incluso contraproducentes.
Para evaluar las ventajas y desventajas de la educación bilingüe, es más útil recurrir a la investigación que a los desordenados datos estatales, de los que sabemos poco con relación al tipo de educación bilingüe que reciben los estudiantes, cuántos la reciben y cómo han cambiado los índices de reasignación, es decir, los índices en los que los estudiantes clasificados inicialmente como de "dominio limitado del inglés" adquieren suficiente dominio del inglés para ser designados hablantes fluidos de inglés. A diferencia de períodos anteriores de la historia de Estados Unidos, ahora disponemos de una base de investigación creíble para determinar si la tradición bilingüe estadounidense beneficia a los individuos y a la sociedad en general.
Una mirada más cercana a la investigación
Puede parecer contradictorio, pero lo cierto es que la enseñanza en la lengua materna del estudiante puede mejorar el rendimiento en inglés (o en cualquier otra lengua nacional). Al menos seis meta-análisis (síntesis de investigaciones cuantitativas), que incluyen docenas de estudios, apoyan esta conclusión.* Un estudio a largo plazo publicado recientemente por dos investigadores de la Universidad de Stanford descubrió que los estudiantes matriculados en programas bilingües desde la escuela primaria tenían, en la escuela secundaria, más probabilidades de ser considerados competentes en inglés en comparación con estudiantes similares que habían estado en programas exclusivamente en inglés.14
Una teoría probable para explicar estos resultados es que los estudiantes desarrollan sus habilidades académicas más fácilmente en su lengua materna mientras adquieren el dominio del inglés, y luego, a medida que aprenden inglés, transfieren lo que han aprendido en la lengua materna a su nueva lengua.15 (Si esto suena inverosímil, piense en aquellos escépticos que creían que Colón estaba loco cuando sugirió que se podía llegar al este navegando hacia el oeste, o aquellos que condenaron a Copérnico y Galileo por sugerir que la tierra giraba alrededor del sol y no al revés).
Otros estudios han llegado a la conclusión de que, en el peor de los casos, la enseñanza en la lengua materna produce resultados en inglés que no difieren de los resultados de los estudiantes de inglés en una enseñanza exclusivamente en inglés, con la ventaja añadida de que les permite mantener y seguir desarrollando su lengua materna. De hecho, estas fueron las conclusiones de los investigadores de la Universidad Johns Hopkins en el estudio experimentalmente más riguroso de la educación bilingüe realizado hasta la fecha.16 Los investigadores, que estudiaron los datos de los estudiantes de habla hispana en el Valle del Río Grande de Texas, encontraron que la educación bilingüe puede ayudar a promover el bilingüismo sin sacrificar significativamente el dominio del inglés.17 En estos estudios, los estudiantes en inmersión en mandarín--ya fuera que hablen inglés o mandarín por herencia–desarrollaron un dominio del mandarín al tiempo que superaban a sus compañeros no inmersos en las pruebas estandarizadas de lectura y matemáticas en inglés en los cursos superiores de primaria.
¿Por qué la oposición a la educación bilingüe entonces? A pesar de las pruebas de que la educación bilingüe puede mejorar el rendimiento en inglés o, como mínimo, no perjudicarlo, muchos siguen adhiriéndose a la lógica del "sentido común" de que la enseñanza exclusivamente en inglés conducirá a una adquisición más rápida de la competencia en inglés. Además, la oposición a la educación bilingüe está exagerada por los críticos que la presentan falsamente como una elección entre el dominio del inglés o el de la lengua materna del estudiante.18
La resistencia a la educación bilingüe tiene a veces sus raíces en la xenofobia y los prejuicios étnicos, aunque está claro que no todos los escépticos de la educación bilingüe son xenófobos prejuiciosos. Pero la retórica contra los idiomas extranjeros y contra la iinmigración, que alcanza su punto álgido durante los periodos de aumento de la inmigración, es una prueba clara de que los sentimientos nativistas pueden llevar a temer que el uso de lenguas distintas del inglés en la escuela perjudique de alguna manera la identidad nacional.19
Para muchos estadounidenses, esta identidad nacional está estrechamente ligada a hablar inglés. Al historiador liberal y confidente de John F. Kennedy Arthur Schlesinger le preocupaba que el fomento de múltiples lenguas y culturas condujera a una "desunión" de Estados Unidos.20 Sin embargo, el monumental estudio de Heinz Kloss, que hemos mencionado antes, demuestra justo lo contrario: "los grupos étnicos no anglófonos de los Estados Unidos se convirtieron al anglicismo no a causa de leyes de nacionalidad desfavorables para sus idiomas, sino más bien a causa de leyes de nacionalidad relativamente favorables para ellos".21 Esto parece paradójico, como lo parecen tantas cosas que tienen que ver con la educación bilingüe.
La explicación que ofrece Kloss debería hacer reflexionar a los detractores de la educación bilingüe. Los grupos lingüísticos minoritarios se han integrado, argumenta persuasivamente Kloss, no por las "disposiciones legales" que restringían el uso de sus lenguas nativas, sino por "el poder absorbente... de las múltiples oportunidades de progreso personal y logros individuales que ofrecía esta sociedad".22
De la Educación Bilingüe al Bilingüismo
Sean cuales sean las razones de la oposición, es hora de alejar el debate de la educación bilingüe -que en Estados Unidos gira invariablemente en torno a esos niños--y centrarlo en cambio en el bilingüismo y sus beneficios para nuestros hijos--todos nuestros hijos–y los adultos en que se convertirán eventualmente. La experiencia y la investigación en Estados Unidos y otros países del mundo, como Canadá, Finlandia y Suecia, han demostrado que los niños pueden aprender su propia lengua y una segunda o incluso una tercera--por ejemplo, francés, español e inglés; sueco, finlandés e inglés; o mandarín, cantonés e inglés–y llegar a ser competentes académica y lingüísticamente en ambas, las tres o más. Canadá, a pesar de las tensiones políticas lingüísticas que aparecen de vez en cuando en Quebec, tiene un planteamiento relativamente fluido del bilingüismo que abarca desde la enseñanza escolar en inglés y francés hasta los asuntos oficiales del gobierno, pasando por las señales de tráfico y las etiquetas de los productos.
Lejos de ser un problema, el bilingüismo es una ventaja tanto para los individuos como para la sociedad. La educación bilingüe (un medio) puede ayudarnos a aprovechar esta ventaja fomentando el bilingüismo (un objetivo) tanto para los angloparlantes como para los estudiantes de origen no inglés.
Aparte de las evidentes ventajas intelectuales y culturales de hablar dos o más lenguas, el bilingüismo se ha relacionado con otros resultados positivos. En una revisión exhaustiva de 63 estudios, investigadores de la Universidad Estatal de Washington descubrieron que el bilingüismo está asociado a beneficios cognitivos como un mayor control de la atención, una mejora de la memoria en el trabajo, una mayor conciencia de la estructura y la forma del lenguaje y una mejor capacidad de representación abstracta y simbólica.23 Otras investigaciones, ampliamente difundidas cuando aparecieron por primera vez, han demostrado incluso que el bilingüismo retrasa la aparición de la enfermedad de Alzheimer.24
Más allá de los beneficios cognitivos, estudios recientes sugieren que el bilingüismo también puede tener beneficios económicos para los adultos jóvenes relacionados con el empleo, ascensos y ganancias. Un estudio ha descubierto que el bilingüismo fluido se asocia a una menor probabilidad de abandonar los estudios secundarios y a una mayor probabilidad de obtener un empleo de mayor categoría y unos ingresos anuales más elevados.25
Por el contrario, el monolingüismo puede tener costos: un estudio ha descubierto que, para los adultos jóvenes de Estados Unidos, la falta de dominio de la lengua materna se asocia a pérdidas de ingresos anuales de entre 2.100 y 3.300 dólares (después de controlar la capacidad cognitiva, el nivel educativo y el estatus socioeconómico de los padres).26 Una encuesta del Instituto de Investigación de la Universidad de Phoenix, publicada en el Wall Street Journal, reveló un aumento de la demanda de trabajadores que hablen lenguas extranjeras, sobre todo chino y español, por parte de los posibles empleadores. Refiriéndose a los candidatos bilingües, un entrenador de ejecutivos de Nueva York señaló: "Es más fácil encontrarles trabajo y suelen cobrar más"27.
Los beneficios económicos del bilingüismo pueden variar significativamente en función de factores como la edad, la ubicación, la industria y las lenguas habladas. Por ejemplo, en las ciudades situadas a lo largo de la frontera de EE.UU. con México, el bilingüismo fluido puede ayudar a las personas a obtener determinadas ocupaciones, mientras que al mismo tiempo hace menos probable el empleo en otros puestos.28 Concretamente, las investigaciones han demostrado que los bilingües fluidos tienen ventaja sobre los monolingües a la hora de obtener ocupaciones por encima de los servicios de baja cualificación y los trabajos manuales, pero no necesariamente en ocupaciones de mayor estatus. Por ejemplo, los bilingües fluidos tienen más probabilidades que los monolingües anglófonos de conseguir empleo en puestos de nivel medio en la administración pública, como agentes de policía, auxiliares médicos y recepcionistas. Por otro lado, los bilingües fluidos tienen menos probabilidades que sus compañeros monolingües anglófonos de desempeñar profesiones como médicos, abogados y directores de seguridad pública, incluso con niveles educativos similares. Estos resultados sugieren que el bilingüismo puede conferir importantes ventajas económicas, pero que estas ventajas pueden verse limitadas por otros factores, como el estatus social de la primera lengua de los bilingües o la discriminación de los inmigrantes.
En la medida en que estos otros factores limitan las ventajas que confiere el bilingüismo, parece que la educación bilingüe también puede contribuir a reducir sus efectos. En una revisión de la investigación sobre la educación bilingüe en Canadá y Estados Unidos, los investigadores descubrieron que la educación bilingüe puede tener efectos positivos en las relaciones intergrupales, la identidad y la autoestima.29 Asimismo, otros han descubierto que los niños blancos de habla inglesa que participaban en la enseñanza bilingüe en español tenían más probabilidades de elegir a niños latinos como posibles amigos en comparación con sus compañeros blancos de habla inglesa que, aunque en aulas multiétnicas, no participaban en la educación bilingüe.30
Estados Unidos tiene grandes recursos lingüísticos que no sólo no estamos aprovechando, sino que nuestras escuelas los están suprimiendo, aunque sólo sea por negligencia. Más de 11 millones de los 50 millones de estudiantes de las escuelas públicas del país hablan en casa al menos una de las 400 lenguas distintas del inglés. Sin embargo, sólo una fracción insignificante de estos estudiantes participan en programas que fomentan su lengua materna al mismo tiempo que la utilizan para ayudarles a adquirir el inglés y también para ayudar a los estudiantes angloparlantes a adquirir una segunda lengua.
* * *
El año pasado, 17 años después de que California (seguida de Arizona y Massachusetts) iniciara su ofensiva contra la educación bilingüe, el senador del estado de California Ricardo Lara presentó un proyecto de ley en la legislatura de California, recientemente aprobado, para incluir una propuesta en la papeleta electoral de California de 2016 que daría a los estudiantes más acceso a la enseñanza bilingüe e incluso multilingüe. La aprobación de la proposición por el electorado de California sería un importante paso adelante para aumentar los recursos lingüísticos del estado y del país.
El proyecto de ley de Lara llegó en el momento oportuno, ya que la demanda de educación bilingüe ha ido en aumento en muchos estados. En Oregón, una explosión de interés por los programas bilingües llevó al estado a conceder casi 900.000 dólares en subvenciones para programas adicionales en 2013, que se sumaron a los programas que ya existían en 70 escuelas de todo el estado.31 Los padres y estudiantes de Washington, D.C., también han demostrado su deseo de contar con programas bilingües. En una de las ocho escuelas de inmersión en dos idiomas de la ciudad, casi 1.100 solicitantes pidieron 20 plazas en 2013.32 El área de Seattle cuenta ahora con 30 opciones de preescolar bilingüe, y los padres que impulsan esta exigencia no son necesariamente bilingües ellos mismos. De hecho, en uno de los centros preescolares públicos de inmersión español-inglés de Bellevue, el 96% de los niños tienen padres monolingües de habla inglesa.33 El interés por los programas bilingües trasciende las barreras lingüísticas, de vecindario y de ingresos, a medida que los padres de todo Estados Unidos se dan cuenta del valor social y económico del bilingüismo.34
Los distritos escolares, al ver los beneficios que la educación bilingüe ofrece a sus estudiantes, defienden activamente estos programas. A pesar de que la legislación de California ha estado a punto de eliminar la educación bilingüe, el 30% de los estudiantes del Distrito Escolar Unificado de San Francisco están matriculados en programas bilingües.35 Esto se debe en gran parte a los esfuerzos del distrito por llegar a los padres y notificarles la opción de autorizar la colocación de sus hijos en uno de estos programas. La ciudad de Nueva York se ha asociado con gobiernos extranjeros que proporcionan financiación para programas bilingües en sus idiomas y está desarrollando o ampliando 40 programas de doble lengua para el curso escolar 2015-2016.36 Para garantizar el éxito de sus inversiones, distritos como las Escuelas Públicas de Arlington, en Virginia, están llevando a cabo evaluaciones exhaustivas de sus programas bilingües.37
El apoyo a la educación bilingüe también es evidente a nivel estatal. Nueve estados han aprobado el "Sello de Bilingüismo", que figurará en los diplomas de graduación de secundaria de los estudiantes que hayan estudiado y dominado dos lenguas.38 El Departamento de Educación de Hawai estableció el Programa de Inmersión en Lengua Hawaiana en 1987,39 y el gobernador de Montana ha promulgado recientemente un proyecto de ley que financiará programas de inmersión en lengua nativa americana en las escuelas públicas.40
Por su parte, al reautorizar la Ley de Educación Primaria y Secundaria, el Congreso está perdiendo la oportunidad de aprovechar esta oleada de apoyo incluyendo medidas e incluso proporcionando fondos para fomentar y ayudar a los estados y localidades a desarrollar y aplicar la enseñanza bilingüe, no sólo para los alumnos de minorías lingüísticas, sino para que todos los alumnos tengan la oportunidad de ser bilingües.
Este tipo de medidas formaban parte de la legislación ESEA de la década de 1960, pero se eliminaron con la ley No Child Left Behind (Que ningún niño se quede atrás), un aspecto disfuncional de la ley que debería corregirse. Por supuesto, la legislación federal no puede ni debe tratar de imponer la educación bilingüe. Pero puede ayudar a fortalecer una importante tradición estadounidense que corremos el riesgo de perder, en detrimento de todos.
Claude Goldenberg es Catedrático Nomellini y Olivier de Educación en la Universidad de Stanford. Anteriormente, en la Universidad Estatal de California, Long Beach, fue profesor de formación del profesorado, decano asociado de la Facultad de Educación y director ejecutivo del Centro de Educación e Investigación de Minorías Lingüísticas. Al principio de su carrera, fue profesor de secundaria en Texas y de primer curso en una escuela primaria bilingüe en California. Kirstin Wagner es licenciada en Relaciones Internacionales por Stanford. Durante los últimos cuatro años, ha trabajado con estudiantes de primaria y secundaria en Palo Alto, California. Partes de este artículo se publicaron en línea en Goldenberg, "Congress: Bilingualism Is Not a Handicap" (Education Week, 14 de julio de 2015).
*Para más información sobre la instrucción eficaz para los estudiantes de inglés, véase "Unlocking the Research on English Learners" en el número de verano de 2013 de American Educator. (volver al artículo).
Notas (no todas las notas han sido traducidas, solo las que daban alguna explicación de los autores sobre el contenido del texto. Las demás son referencias y bibliografía)
4. La justificación de esta cifra del 3% es la siguiente: el estudio federal más reciente sobre el Título III, que proporciona fondos federales para el apoyo a los alumnos que aprenden inglés (EL), informó de que la enseñanza en la lengua materna era el tipo de servicio educativo menos común para los alumnos que aprenden inglés: sólo el 20% de los distritos impartían enseñanza en lengua materna a la mayoría o a la totalidad de sus alumnos de inglés. Hay aproximadamente 3.700 distritos del Título III. Véase Departamento de Educación de EE.UU., National Evaluation of Title III Implementation: Report on State and Local Implementation (Washington, DC: Departamento de Educación, 2012), 45. Según las cifras que figuran en el informe sobre el Título III, el número medio de alumnos que aprenden inglés en los distritos representativos a nivel nacional era de 1.200, aproximadamente. Multiplicando esta cifra por el 20% de 3.700 (740), podemos estimar que, como máximo, unos 900.000 alumnos que aprenden inglés reciben algún tipo de instrucción en su lengua materna en la escuela; la cifra en la escuela primaria es sin duda menor. Una segunda fuente de alumnos en programas bilingües serían los alumnos de origen anglófono, en programas de inmersión diseñados para ayudarles a adquirir una segunda lengua. Una estimación actual sitúa el número de estos programas en torno a 1.000. Véase Korina López, "Spanish-Language Immersion Schools Gain in Popularity", NBC News, 9 de noviembre de 2014, www.nbcnews.com/news/latino/spanish-language-immersion-schools-gain-pop..... Al igual que con los datos sobre los alumnos de inglés como lengua extranjera en programas bilingües, es imposible dar un número exacto de alumnos matriculados, pero podemos estimar que cada colegio podría matricular, como máximo, a 270 alumnos (suponiendo que hubiera una o dos aulas de 30 alumnos, cada una en cada uno de los seis cursos). 270 alumnos en 1.000 escuelas diferentes suman 270.000 alumnos de origen inglés en programas de inmersión; pero, de nuevo, el número en primaria será inferior. En conjunto, estas cifras sugieren que hay, como mucho, alrededor de 1 millón de alumnos de primaria en programas bilingües, no más que en 1900. Si tenemos en cuenta que hay casi 40 millones de alumnos de primaria en Estados Unidos, esto significa que no más del 3% de los alumnos estadounidenses de primaria reciben algún tipo de educación bilingüe. Véase "Matriculación en instituciones educativas, por nivel y control de la institución, nivel de matriculación y nivel de asistencia y sexo del estudiante: Selected Years, Fall 1980 through Fall 2021", en National Center for Education Statistics, Digest of Education Statistics, 2012, cuadro 2. Incluso si algunas de las suposiciones que se hacen aquí son erróneas, tendría que haber más de 2 millones de alumnos de primaria en programas bilingües para acercarse al porcentaje de 1900. (Nuestro agradecimiento a Annette Zehler por su ayuda para realizar las estimaciones actuales).
5. Véase el capítulo 4 de James Crawford, Educating English Learners: Language Diversity in the Classroom (Los Angeles: Bilingual Educational Services, 2004).
13. Los datos que aquí se presentan se generaron utilizando el Explorador de datos NAEP, disponible en www.nces.ed.gov/nationsreportcard/naepdata.
[Ilustraciones por Paul Zwolak]
[Translated by Global VIDA with assistance from Carlota Goldenberg. The English text, with complete endnotes, can be found here.]